Publicado el 14 de abril de 2011
Por Amy Goodman
Tres días después de la renuncia de Hosni Mubarak a su larga dictadura en Egipto, el pueblo de Bahrein, pequeño estado del Golfo, se lanzó masivamente a las calles en Manama, capital del país, y se congregó en la Plaza de la Perla, su versión de la plaza egipcia de Tahrir. Bahrein ha sido gobernado por la misma familia, la dinastía de Khalifa, desde la década de 1780, hace más de doscientos veinte años. Con las manifestaciones, los bahreiníes no reclamaban el fin de la monarquía, sino una mayor representación en su gobierno.
A un mes del levantamiento, Arabia Saudita envió fuerzas militares y policiales a través del puente de más de 25 km que une el territorio continental saudí a la isla de Bahrein. Desde ese momento, se reprime cada vez con más fuerza y violencia a los manifestantes, la prensa y las organizaciones de derechos humanos.
Una valiente joven activista bahreiní a favor de la democracia, Zainab al-Khawaja, ha visto la brutalidad de cerca. Para su horror, fue testigo de cómo su padre, Abdulhadi al-Khawaja, un destacado activista por los derechos humanos, fue golpeado y arrestado. Desde Manama, así describió lo sucedido:
"Fuerzas de seguridad atacaron mi casa. Llegaron sin previo aviso. Derribaron la puerta del edificio, derribaron la puerta de nuestro apartamento y directamente atacaron a mi padre, sin explicar los motivos de su arresto ni darle oportunidad de hablar. Arrastraron a mi padre por las escaleras y lo golpearon frente a mí. Lo golpearon hasta que quedó inconsciente. Lo último que le oí decir fue que no podía respirar. Cuando traté de intervenir, cuando intenté decirles 'Por favor, dejen de pegarle. Irá con ustedes voluntariamente. No necesitan golpearlo así.' Básicamente me dijeron que cerrara la boca, me tomaron y me arrastraron escaleras arriba hasta el apartamento. Cuando volví a salir, el único rastro que había de mi padre era su sangre en la escalera."
La organización de derechos humanos Human Rights Watch ha reclamado la inmediata liberación de Al-Khawaja. El esposo y el cuñado de Zainab también fueron arrestados. Zainab publica en Tweeter como "angryarabiya" y en protesta por las detenciones, inició una huelga de hambre a base de líquidos únicamente. También escribió una carta al Presidente Barack Obama en la que dice: "Si algo le pasa a mi padre, a mi esposo, a mi tío, a mi cuñado o a mí, lo declaro a usted tan responsable como al régimen de Al Khalifa. Su apoyo a esta monarquía hace que su gobierno sea cómplice de sus crímenes. Todavía albergo la esperanza de que usted se de cuenta de que la libertad y los derechos humanos significan lo mismo para una persona bahreiní que para una persona estadounidense."
En el discurso de condena al gobierno de Gadafi, Obama justificó los recientes ataques militares a Libia con estas palabras: "Asesinaron a personas inocentes. Atacaron hospitales y ambulancias. Arrestaron, violaron y asesinaron a periodistas." Ahora sucede lo mismo en Bahrein pero Obama no tiene nada para decir.
Al igual que en los levantamientos de Egipto y Túnez, el sentir es nacionalista y no religioso. El país es en un 70% chiíta pero gobernado por una minoría sunita. Sin embargo, una de las principales consignas presentes en las protestas ha sido "Ni chiíta, ni sunita, bahreiní." Esto desacredita el argumento que esgrime el gobierno bahreiní acerca de que el actual régimen es la mejor defensa contra la creciente influencia de Irán, un país chiíta, en el rico en petróleo Golfo Pérsico. Súmese a esto el papel estratégico de Bahrein: es allí donde se encuentra la base de la 5ta flota naval estadounidense a cargo de proteger los "intereses estadounidenses" como el Estrecho de Ormuz y el Canal de Suez, y de brindar apoyo en la guerra de Irak y Afganistán. ¿No se encuentra también entre los intereses estadounidenses apoyar la democracia y no a los déspotas?
Nabeel Rajab es el presidente del Centro por los Derechos Humanos de Bahrein, organización que fue dirigida por el recientemente secuestrado Abdulhadi al-Khawaja. Rajab podría enfrentar un juicio militar por publicar la fotografía de un manifestante que murió mientras permanecía detenido. Rajab me dijo: "Cientos de personas están presas y son torturadas por ejercer su libertad de expresión. Y todo por venganza, porque un día, hace un mes, casi la mitad de la población de Bahrein se volcó a las calles a exigir democracia y respeto por los derechos humanos."
Rajab observó que la democracia en Bahrein podría implicar la lucha por la democracia en las vecinas dictaduras del Golfo Pérsico, especialmente en Arabia Saudita. Es por eso que la mayoría de los gobiernos regionales tienen interés en que se ponga fin a las protestas. Arabia Saudita está bien posicionada para la tarea ya que es reciente beneficiaria del mayor acuerdo de venta de armas en la historia de Estados Unidos. A pesar de las amenazas, Rajab fue firme: "Mientras respire, mientras viva, voy a seguir haciendo. Creo en el cambio. Creo en la democracia. Creo en los derechos humanos. Estoy dispuesto a dar mi vida. Estoy dispuesto a dar lo que sea para alcanzar esta meta."
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2011 Amy Goodman
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