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martes, 4 de enero de 2011

MarViva es Avina (La metáfora del queso de Gruyère)

Revista El Observador
Paco Puche

En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario.
George Orwell
El cambio climático plantea la necesidad de unir el combate por la justicia climática y por la justicia social, y de huir de las falacias del capitalismo verde y del barniz ecológico a las políticas social-liberales
Joseph María Atentas y Esther Vivas [1]

El capitalismo verde, en todas sus versiones, está infiltrando a los movimientos sociales y dejándolos como un queso de Gruyère. Lo hace ideológicamente y a través de fundaciones o entidades sin ánimo de lucro.
Uno de los proyectos que está llegando más lejos, tanto en España como en Latinoamérica, es el desplegado por la Fundación Avina. Precisamente, como el queso mencionado, está protagonizada por uno de los hombres más ricos del mundo procedente de Suiza: el magnate Stephan Schmidheiny, que es su fundador.
En breves trazos se puede decir que el citado magnate ha cimentado su enorme fortuna en la extracción y manipulación del amianto; que tanto él y su familia [2] lo han estado explotando desde principios de siglo XX hasta finales del mismo cuando menos, dominando la producción y el lobby de este mineral.
El amianto, como ya es bien conocido, es el material más nocivo para los trabajadores de cuantos se hayan manejado, y según la OMS se calculan en más de 100.000 el número de muertes anuales que provocará en los próximos decenios en todo el mundo. Como se sabía de su peligrosidad y letalidad desde principios de su manipulación, el lobby mencionado ha logrado mantener en el silencio y la desinformación a los trabajadores y a los ciudadanos en ese mismo tiempo, que ha durado cerca de un siglo. Desde 2005 está rigurosamente prohibido en la UE.
Como dice Remi Poppi, exdiputado europeo por los Países Bajos: “Las fuerzas siniestras que obtienen provecho del amianto, no se lo piensan dos veces a la hora de recurrir al chantaje, el engaño y las prácticas deshonestas para proteger (...) los beneficios de las empresas” [3].
En 1994, Stephan Schmidheiny funda Avina, a la que financia con su fortuna y hace alianzas con otras fundaciones o entidades, como Ashoka o el INCAE, a las que también financia y con las que tiene acuerdos estratégicos. Funda o promueve otras ONGs que controla y/o financia, como es el caso de MarViva.
¿Por qué nos interesa MarViva? Por la siguiente historia que confirma la metáfora del queso suizo de Gruyère aplicada a los movimientos sociales.
Xavier Pastor, el que fuera director ejecutivo de Greenpeace hasta febrero de 2001 desde su fundación en España, preparó para la fundación Avina, desde mayo de 2002 a agosto de 2003, un proyecto para el desarrollo de una organización, que se denominó MarViva, para operar en el Pacífico centroamericano.
Mientras en el año 2000 tenían lugar los conflictos dentro de Greenpeace por los traslados de trabajadores y por la pretensión de abrir la sede en Calvià (Mallorca), en mayo del mismo año aparece en el BOE, nº 146, una Orden por la que se clasifica y se registra la fundación Avina en España (se había fundado en Suiza en 1994). Stephan Schmidheiny es el que la ha constituido y que el pasa a ocupar el puesto de presidente del patronato de la fundación. La vicepresidenta es Doña Erica Anne Knie. La sede social radicará en Andraitx (Mallorca). En 2002 ya vimos cómo Schmidheiny conecta con Pastor, posiblemente en Mallorca, y le encarga proyectar MarViva.
En el Informe anual de Avina de 2002, se consideran como hechos destacados, entre otros, el que “Erica Knie dejó el Consejo de Avina para dedicarse a MarViva, una organización que creó con el fin de proteger los ecosistemas relacionados y en torno a las islas Coco (Costa Rica), Coiba (Panamá), Gorgona y Malpelo (Colombia), y Galápagos (Ecuador)” (p.1) Y más adelante (p.41) el propio Schmidheiny aclara: “A fines de 2002 se despidieron del Consejo de AVINA dos de mis colegas, que han sido claves en la construcción de la fundación que hoy somos. Erica Knie fue la primera persona que trabajó conmigo en el proyecto que, con el transcurso del tiempo, llegaría a ser AVINA. Hace diez años le pedí que investigara las posibilidades de implementar mis ideas filantrópicas en América Latina. Comprometida apasionadamente con la excelencia, Erica me ayudó a sentar las bases sólidas sobre las que se construyó nuestra organización. Ahora dirigirá un proyecto de protección marina en la costa del Pacífico, en América Central”.
A finales de 2002 se funda MarViva en Panamá, con sede en Costa Rica, y que según este enlacecuenta con 75 empleados, lo que significa un presupuesto importante. Su fundadora y presidenta fue Erica Knie.
La relación entre Stepahn Schmidheiny y MarViva es tan estrecha que en la Revista Siete! de Panamá, con motivo de la presentación del documental Coiba en 2003, el periodista confunde aSchmidheiny como fundador (Pág. 7) de la misma, asignándole a Erica Knie el cargo de presidenta; les acompaña en el evento Michael Rothschild, director ejecutivo.
Todo este recorrido nos sirve solo para dejar claro que Avina y MarViva son dos caras de la misma moneda, son la misma cosa. Por ello podemos afirmar que MarViva es Avina.
La cuestión vuelve al queso de Gruyère. Se da la circunstancia que en Greenpeace se ha procedido recientemente a la selección de su director/a ejecutivo/a y el cargo ha recaído en una persona que nunca ha sido de Greenpeace pero sí ha estado el último año contratada por MarViva. Como la selección se ha hecho entre doscientos candidatos/as, según ha informado la propia entidad, la seleccionada probablemente será ajena a todo este lío.
Algunos socios de Greenpeace se preguntan dos cosas. Una, cómo es posible que haya que recurrir a gente de fuera de la organización contando ésta con 100.000 afiliados. Seguro que entre ellos más de uno dan un buen perfil gestor y comunicador. La segunda cuestión es cómo, de nuevo, cuando se hace una renovación del contrato del director ejecutivo (cargo de mucha importancia porque viene a ser la imagen externa de Greenpeace) aparezca Avina de nuevo merodeando por los alrededores de la entidad.
Avina está especializada en cooptar líderes de entidades relevantes de España y Latinoamérica y, a partir de ahí, como no puede esconder su carácter de capitalismo verde algunos de los socios de la entidad infiltrada establecen un serio conflicto en legítima defensa de sus presupuestos o actuaciones anticapitalistas, y ya tenemos las consabidas divisiones en los movimientos sociales. Hay ya muchas experiencias de este tipo en España y Latinoamérica con Avina o Ashoka, la organización hermana. Sin ir más lejos, en la pasada reunión de Cancún sobre cambio climático, el prestigioso Grupo de Reflexión Rural (GRR) argentino ha detectado la infiltración de Avina en los distintos movimientos alternativos que ha acudido a la contracumbre y denuncian que: “Las grandes Corporaciones y las fundaciones que las acompañan, han estado trabajando sigilosamente para escurrirse entre los espacios alternativos”. Y, cómo no, Avina hace acto de presencia. Continúan diciendo: “La Fundación Avina, del millonario suizo Stephan Schmidheiny, de larga y siniestra trayectoria en nuestra América Mestiza, por comprar voluntades detrás de proyectos supuestamente beneficiosos para nuestros pueblos y comunidades, ofreció una dádiva económica para la organización de Klimaforum 10. La presencia del Grupo de Reflexión Rural en Cancún, sirvió para alertar sobre esta Fundación y así desenmascarar sus intentos de cooptar estos espacios, siendo que luego el Klimaforum decidió rechazar los fondos que intentaba aportar Avina”. Y concluyen diciendo: “Fundaciones como Avina y Ashoka son el enemigo de la Tierra Madre y de las poblaciones oprimidas”.
Le queda a Greenpeace un grave problema a resolver: cómo va a poder desligarse de Avina (y de MarViva) siendo su máximo exponente una persona que ha pasado por estas entidades y ni siquiera ha sido socia de Greenpeace.
El polvo del amianto impregna todo aquello que Avina (Ashoka, MarViva y otras entidades muy vinculadas a Avina) termina infiltrando. Y la magnitud de la tragedia del amianto es de tal envergadura que a nadie deja impasible.
Sobre Schmidheiny pesa en estos momentos una acusación, que se ve en un juicio penal que se celebra en Turín, por la que el ministerio fiscal solicita trece años de cárcel y un millón de euros por cada víctima de una fábrica que cerró en 1986 en Casale Monferrato (Italia), y en la que 3.000 personas, entre familiares de fallecidos y enfermos, han presentado la denuncia que se juzga. En total se le piden 5.000 millones de euros en indemnizaciones. Como esta familia ha dominado en el mundo el negocio del amianto, las demandas que le esperan serán interminables. Y no tendrá suficiente fortuna para resarcir los daños a las víctimas y para ‘desamiantar’ parte del mundo que ha cubierto con múltiples productos que contienen el peligroso amianto.
Todo grupo o persona vinculada a Avina está “condenado” a seguir de cerca la tragedia del amianto, que algunos califican como presunto genocidio.
Este ‘queso de Gruyère avinesco’, a diferencia del auténtico, va a terminar teniendo un fuerte sabor amargo.
Notas:
Antentas, J.M. y Vivas, E. (2010), “Cancún. ¿Justicia climática o capitalismo verde?”, Público, 16.12.
Roselli, M. (2010), La mentira del amianto. Fortunas y delitos, Ed. del Genal, pp. 77 y ss.
Izquierda parlamentaria europea/izquierda verde nórdica: grupo parlamentario europeo (2006), “Amianto, el coste humano de la avaricia empresarial”, Bruselas, p. 4
Fuente: http://www.revistaelobservador.com/index.php?option=com_content&task=view&id=4382&Itemid=64

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