Por Nacho Rodríguez
“Voy a sacar una ley prohibiendo la explotación a cielo abierto”, la frase pertenece al gobernador riojano Luis Beder Herrera y la pronunció durante su campaña para llegar al cargo. Y sigue: “vienen acá a Chilecito con 10 millones de dólares y reparten entre los dirigentes 50 mil para uno, 20 mil para otro. ¡¿Como paramos a la Barrick?!”, se preguntaba un preocupado Beder Herrera en un acto preelectoral en Chilecito mientras pedía el voto a los ciudadanos de ese pueblo riojano a quien pocos años después les haría ‘minga’. (1)
¿Qué habrá pasado? ¿Cómo puede un hombre pasar de un discurso al otro antagónico en tan poco tiempo?
El intendente de San Carlos, Jorge Difonso, dijo lo que pocos quieren escuchar pero que tiene que ver con la discusión de fondo: la matriz económica para la Mendoza del futuro “hoy existen dos caminos para el desarrollo de Mendoza. Uno es el propuesto por el modelo Gioja (José Luis, gobernador de San Juan) que es extractivo, con cianuro y químicos y otro que es el tiene que ver con el cuidado y la correcta administración del agua que es el que defiende la ley 7722”, dijo el jefe comunal. “Si Paco Pérez (Gobernador de Mendoza) toma el camino de la megaminería hará lo mismo que Jaque con el mapa del delito”, soltó Difonso con picardía.
El intendente de San Carlos, Jorge Difonso, dijo lo que pocos quieren escuchar pero que tiene que ver con la discusión de fondo: la matriz económica para la Mendoza del futuro “hoy existen dos caminos para el desarrollo de Mendoza. Uno es el propuesto por el modelo Gioja (José Luis, gobernador de San Juan) que es extractivo, con cianuro y químicos y otro que es el tiene que ver con el cuidado y la correcta administración del agua que es el que defiende la ley 7722”, dijo el jefe comunal. “Si Paco Pérez (Gobernador de Mendoza) toma el camino de la megaminería hará lo mismo que Jaque con el mapa del delito”, soltó Difonso con picardía.
La discusión respecto del grado de perjuicio que causa la explotación minera aurífera (que busca oro) en la Cordillera de los Andes no resiste demasiado análisis simplemente porque es imposible que el perjuicio sea ‘cero’ como pretenden hacer creer los gobernadores que la defienden y que ofician –muchas veces de manera exagerada- de voceros de las compañías de bandera extranjera que se llevan todo a cambio de pequeños ‘beneficios’ –de muy corto alcance- y nos dejan –como toda expresión colonialista extractiva de recursos- un problema ambiental garantizado a futuro.
La ingeniería ambiental es contundente en su postulado respecto de que la única minería que es sustentable o ‘sostenible’, como prefieren decir los científicos de la época, es aquella que devuelve a la naturaleza los recursos que de ella usa en idénticas condiciones que tenían antes de someterlos al proceso en el cual hizo uso de los mismos. Lógicamente la minería modifica el ambiente y en los casos por ejemplo de la sal, el yeso, la cal, el hierro entre otros minerales fundamentales para la sociedad, se consideran alteraciones inevitables porque producen minerales inevitables.
¿Producir oro es inevitable? Ningún pueblo argentino lindero a un yacimiento megaminero aurífero ha salido de la pobreza desde que se explota ese metal que depreda el ambiente. En Jachal, San Juan, por caso, la pobreza asusta. La Constitución Nacional argentina introdujo en la reforma neoliberal menemista de 1994 el artículo 124 que dispone que los recursos naturales son de dominio y administración de la provincia en donde se encuentran. Eso ha permitido un festival de interpretaciones forzadas por parte de gobernadores y legislaturas de provincia que han tenido como resultado siempre el perjuicio de los recursos principalmente de alta montaña.
La minería a cielo abierto se denomina así porque en el lugar donde había una montaña quedará un ojo profundo que mira, justamente, al cielo. Y mirará por siempre. Eternamente. Jamás una montaña volverá a crecer una vez que la bajaron a fuerza de dinamita. La piedra que se obtiene de esa explosión esconde, entre otras cosas, oro el cual sólo podrá ‘cosecharse’ si a la roca se la somete a una sopa química que en minería se denomina comúnmente ‘sopa química’. Esta sopa, como toda sopa, necesita de un líquido. Ese líquido es extraído directamente de la montaña nevada y de glaciares –en la Argentina es nuestra Cordillera de los Andes de punta a punta la dueña de todas esas riquezas- en forma de agua. El agua ingresa a un ritmo acelerado y en proporciones descomunales por segundo y es ahí mismo mezclada con cianuro.
Esa agua nunca volverá a ser tal cual ingresó a ese piletón que, tampoco se cuenta oficialmente, podría rajarse por estar en una zona de alta probabilidad sísmica, algo que ya pasó en Europa donde el parlamento de la Unión Europea prohibió definitivamente esta actividad porque el cianuro llegó al río Sena en Francia.
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