En un debate sobre la crisis global, escuché a un analista amigo decir que ojala haya recesión mundial. Me quedé sorprendido, pero al seguir el razonamiento detrás de tamaña afirmación me convencí de que la forma cómo medimos el éxito de la economía es completamente irracional.
Mi amigo dijo: “Con la fuerte presión de muchos inversionistas sobre los territorios peruanos y de América Latina para la extracción de cobre, plata, oro, entre otros minerales, una caída de la economía mundial puede dar algo de tiempo para evitar el ritmo salvaje de destrucción de la naturaleza, contaminación del ambiente y conflicto con las comunidades”. Una recesión de la economía neoliberal es una tregua que le damos al planeta.
Es que los precios de los minerales se han disparado de tal manera que se han multiplicado los proyectos de extracción, especialmente en nuestra región. Y, si bien es cierto, se debe en parte a la demanda mundial impulsada por China, la inversión financiera en los mercados de commodities también tiene su cuota de responsabilidad en llevar al techo los términos de intercambio, incrementando la inversión productiva en emprendimientos mineros, que tiene un gran interés en las reservas minerales de América Latina.
Sólo en el 2010, los gastos de exploración en el mundo han superado los once mil millones de dólares de acuerdo a la ONG peruana CooperAcción, de los cuales la mayor parte se han invertido en nuestra región (27 por ciento). Con la recesión mundial de fines del 2008, la exploración minera cayó en casi 5,000 millones de dólares, pero nuevamente en el 2010 se recuperó alcanzando la velocidad de crucero que tiene desde el 2003.
América Latina posee los depósitos de bauxita, aluminio, cobre, mineral de hierro y zinc más grandes del mundo, según el economista Humberto Ortiz, de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Derechos y Desarrollo (Latindadd). Eso, combinado con indicadores de estabilidad macroeconómica y las condiciones favorables que ofrecen la mayoría de gobiernos de la región a las inversiones privadas extranjeras, consolidan a nuestra región como una economía primario exportadora.
Esta tendencia de los precios de los metales ha acrecentado la dependencia de las economías latinoamericanas y las deja especialmente vulnerables al dinamismo de la economía global. Basta decir que la extracción de minerales representa para el Perú el setenta y cinco por ciento de sus exportaciones y el diecinueve por ciento de su PIB, y para Chile el cuarenta y cuatro y el nueve por ciento, respectivamente. Por ello, pocos meses de caída de precios bastan para que el impacto sea tremendo en las finanzas públicas de estos países.
Durante el primer golpe de la crisis global, a fines del 2008, los precios de los minerales cayeron apenas cuatro meses para recuperarse a partir de marzo del 2009 y volver a los niveles previos a la crisis. Sólo con ello, la economía peruana pasó de crecer 9.8 por ciento en el 2008 a 0.9 por ciento en el 2009.
Si los precios de los minerales hubieran caído por más tiempo, la mayoría de las economías de la región hubieran entrado en rojo, especialmente las más dependientes de la exportación de commodities mineros.
Según la UNCTAD, América Latina contribuye con casi el cincuenta por ciento a la producción mundial de cobre y plata, el treinta por ciento de Molibdeno, el veinticinco por ciento de bauxita, el veinte por ciento de aluminio y cerca del quince por ciento de oro, níquel y hierro.
De los países de la región, el Perú es el quinto productor mundial de oro, cuyo precio ha crecido en más de mil dólares la onza en apenas cinco años, seguido por Argentina, México y Chile.
En el caso de la plata, el Perú es el primer productor mundial, seguido en la región por México y Chile, país que se lleva de lejos el primer puesto en el caso del cobre, seguido en la región por Perú, México, Brasil y Argentina.
La industria minera ofrece hoy los mayores márgenes de utilidad para los inversionistas. Por cada dólar se obtiene 37.1, descontados los impuestos. Le siguen los servicios científicos y tecnológicos, con 24.6 por ciento, en tanto la manufactura apenas representa un seis por ciento. De ahí el interés en invertir en extracción de metales.
Sin embargo, no todo puede medirse en términos fiscales, de balanza de pagos, de exportaciones, ni de lucro, pues este estilo de crecimiento nos trae serios problemas. En efecto, la expansión minera sin precedentes que vive el mundo hoy, viene acompañada de dinámicas territoriales conflictivas.
Para Ortiz, se generan conflictos socioambientales debido a que las comunidades indígenas y campesinas enfrentan la presencia de empresas mineras en sus territorios sin una adecuada consulta previa, al mismo tiempo que se amenaza la diversidad biológica y se produce una contaminación agua-suelo-atmosfera.
El Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL), ha registrado en este momento ciento cincuenta y cinco conflictos en la región a causa de la minería. Cuatro de éstos tienen un ámbito transfronterizo.
Si esto no para pueden verse gravemente afectadas zonas protegidas como los parques Yasuní en Ecuador, Yaigojé Apaporis en Colombia, el de San Luis Potosí en México y el Parque Nacional Huascarán en Perú.
La utilización y desperdicio de recursos hídricos por la minería, la contaminación atmosférica, el peligro de extinción de especies animales y vegetales, y el riesgo para el abastecimiento alimentario debido a la utilización de suelos agrícolas pueden menguar unos meses si entramos en recesión económica. Tremenda paradoja.
http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2011/10/21/la-paradoja-de-la-mineria/
martes, 25 de octubre de 2011
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