ARCADI OLIVERES – FRAGMENTO DE CONFERENCIA Publicado el 03.01.11

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miércoles, 25 de mayo de 2011

El baile de las “dosis admisibles de radiactividad”

Los niños de Fukushima pueden ahora “legalmente” soportar las mismas dosis que los trabajadores nucleares

Petición Urgente para cancelar la decisión del gobierno japonés de aumentar la dosis de radiactividad permitida para los escolares
Como ya informamos en un boletín anterior (Boletín 118[1] el gobierno japonés ha cambiado las normas de las dosis de radiactividad que son legalmente admisibles para los niños en las escuelas, a pesar de que se han encontrado altos niveles de radiactividad en patios de recreo de las escuelas hasta 60 Km. de la planta.[2]
Esta medida sólo beneficia al criminal complejo industrial nuclear y a sus cómplices.
Una manifestación más del evidente cinismo de los gobiernos que completa el fraude inadmisible de las dosis admisibles.
Afortunadamente no todos los políticos son tan irresponsables. El profesor de la universidad de Tokio Sr. Toshisô Kosako, renunció el 29 de abril a su cargo de asesor especial del primer ministro de Japón en la protección contra la radiactividad. En una conferencia de prensa, el profesor Kosako dijo llorando que "es un grave error aplicar ese límite de dosis a los niños pequeños y a los estudiantes de la clase primaria; es urgente invertir esta decisión".
Denunció durante su dimisión que muchas de sus " sugerencias no se han aplicado... Se deben aplicar muchas medidas, que están legalmente justificadas y otras medidas de acuerdo con el sentido común internacional y el humanismo." [3]

Dimisión de Kosako Toshisô, asesor especial del Consejo de Ministros japonés, para protestar contra el aumento de 1 a 20 mSv / año como límite permisible de exposición de los escolares a la radiactividad [4]

En Fukushima un grupo que representa a 250 padres visitó la cámara alta del Parlamento y dieron a los funcionarios del gobierno una bolsa de polvo radiactivo procedente del campo de juego de una de las escuelas afectadas. Un contador Geiger dio una lectura de 38 microsieverts por hora.
"¿Cómo se atreven a decirnos que es seguro para nuestros hijos", dijo Sachiko Satou de la Asociación de Protección de Niños de Fukushima contra la radiación. "Esto es repugnante. No se puede jugar fuera con esos riesgos”.
La tradicional paciencia japonesa está a punto de desbordarse como lo muestran sus declaraciones:
“ Si el gobierno no va a eliminar la suciedad radiactiva, entonces lo haremos nosotros mismos y la descargaremos en la sede de Tokyo Electric"[5].
No es la primera vez que se modifican los niveles permisibles de exposición a la radiación en Japón. Ya se hizo para los trabajadores nucleares poco después del desastre para permitir las operaciones de emergencia en los reactores afectados de Fukushima. Pero en este caso es mucho peor porque los niños son mucho más sensibles a la radiactividad que los adultos.
Médicos por la Responsabilidad Social, una organización que obtuvo el premio Nobel, declaró que el nuevo límite aceptable expone a uno de cada 200 niños a un riesgo adicional de padecer cáncer, en comparación con uno de cada 500 en adultos.
Gracias a esta criminal legislación del gobierno japonés, los niños de Fukushima pueden ahora “legalmente” soportar las mismas dosis que los trabajadores nucleares[6]. Dosis que, como verás en el apartado siguiente, están también científica, biológica y médicamente injustificadas.
Campaña internacional contra esta medida del gobierno
Se ha lanzado una campaña internacional a la que puedes sumarte para abolir esta medida carente de cualquier fundamento médico que aumentará todavía más el riesgo de que los niños enfermen debido a la contaminación radiactiva[7].
Organizada por una coalición de asociaciones entre las que se encuentra "Ayuda a nuestros hijos!" Salva a los niños de la radiación (MSCR), un portal creado espontáneamente por las madres de todo Japón para proteger a los niños en Fukushima de la radiación, se ha planteado difundir a los medios de comunicación extranjeros la difícil situación de los niños en Fukushima[8].
Las madres han hecho un llamamiento para que la gente de la prensa fuera de Japón ayudemos:
“Por favor, informe tanto como sea posible sobre este problema. 
Por favor, difúndalo al mundo.
Por favor, sigan el status quo de los niños que están expuestos a la radiación.
Por favor, traten de salvar el futuro de los niños junto con nosotras.”
En resumen el texto de la petición dice lo siguiente:
“Rechazamos la exposición de los niños japoneses a altas dosis de radiactividad. El 19 de abril de 2011, el gobierno japonés ha decidido aumentar en 1 mSv / año a 20 mSv / año la norma de radioprotección para las escuelas en la prefectura de Fukushima. 
En la actualidad, el 75% de las escuelas primarias y secundarias de la prefectura de Fukushima tiene niveles de contaminación, de 0,6 microSv / hora o más. Peor aún, el 20% de las escuelas tienen 2,3 microSv / hora o más, una situación radiológica extremadamente peligrosa. 
Permitir a los niños estar expuestos a tales dosis de radiación es indignante e inhumano. 
Condenamos enérgicamente esta decisión inaceptable.
Instamos a la cancelación inmediata de la decisión del gobierno que permite la exposición de los niños japoneses a dosis de radiactividad hasta 20 mSv / año. ”
Firmar en:
El baile de las “dosis admisibles”
Este hecho no es más que el último capítulo de un culebrón impresentable.
Todas las “dosis admisibles” se establecieron inicialmente partiendo de un supuesto científicamente erróneo: de que cierto nivel mínimo de radiación no perjudica al cuerpo.
Se elaboraron así una serie de umbrales que determinaban cuál era la dosis admisible supuestamente inocua (ver cuadro).
Este punto de partida podría considerarse un error en su inicio, aunque no está claro, pero indudablemente a partir del crimen de Hiroshima y Nagasaki los estudios fueron un fraude. Ya no se trataba de un error sino de un encubrimiento criminal.
Las dosis máximas admisibles han sufrido un notable ajetreo desde que se establecieron.

Gráfico: Evolución de los criterios de protección para los trabajadores nucleares. Dosis equivalente anual expresada en rem[9] por año.
Así antes de 1925 no había ninguna dosis límite establecida; posteriormente se consideraron admisibles dosis de radiactividad de 156 rems/ año para los trabajadores mientras que hoy solo se considera una dosis de 1 (no reconocida en USA).
Dosis admisibles para los trabajadores en rems/ año.
ICRP (Comisión Internacional de Protección radiológica) [10]
AÑO Dosis
1925 156
1931 72
1934 30
1950 15
1954 12
1958 05
1990 02
actu. 01
¿Habría que concluir que los trabajadores han ido perdiendo su resistencia a la radiactividad con el paso del tiempo?
Evidentemente esto sería una estupidez.
Los efectos nocivos de la radiactividad se han ido haciendo cada vez más evidentes y estas constataciones han llevado a que los límites fueran bajando en consecuencia.
Dirás que es lo razonable... solo que no fue así.
Desde el comienzo hasta ahora ha habido una resistencia del complejo militar industrial nuclear y de sus organismos reguladores a que se redujeran las dosis admisibles en contra de las crecientes evidencias para hacerlo.
Esto fue evidente desde el principio y motivó que los informes sobre dosis admisibles del Consejo Nacional de Protección de la Radiación, NCRP tardaran años en publicarse.[11]
De hecho puedes comprobar en los gráficos anteriores que no hubo cambios desde 1958 a 1970 y esto no responde a ninguna consideración científica. Por el contrario, se habían ido acumulando abundantes datos científicos que demostraban que las dosis deberían haberse rebajado, pero no se hizo sino que la Comisión Internacional de Protección Radiológica CIPR hizo exactamente lo contrario.
No es mi opinión, es un hecho denunciado entre otros por Carl Z. Morgan que fue nada menos que presidente del Comité de la Comisión Internacional de Protección Radiológica CIPR y del Consejo Nacional de Protección de la Radiación NCRP para la sección de radiación interna. También fue director del Departamento de Física Médica. Laboratorio de Oak Ridge (USA). Morgan lo reconoció en un informe a la American Nuclear Society. Miami, 8 de junio de 1981.
“Recientemente ha sido posible llevar a cabo un cierto número de estudios epidemiológicos en humanos expuestos a bajas dosis de radiación (estudio de Oxford de Stewart y Kneale sobre la irradiación in útero con rayos X, estudios de Modan et Al.[12] sobre personas a las que les fue irradiado el cuero cabelludo con rayos X para tratar la tiña, estudios sobre los trabajadores de la fábrica nuclear de Hanford por Mancuso, Stewart y Kneale[13]. Etc…) Estos estudios han puesto de manifiesto un riesgo cancerígeno de 10 a 50 veces más elevado que el sugerido por muchos de los estudios efectuados sobre animales o el sugerido por el estudio de los supervivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y de Nagasaki, o el efectuado sobre los enfermos tratados con radioterapia, en particular sobre los enfermos afectados de espondilitis anquilosante. Desgraciadamente la mayoría de las autoridades que fijan las normas han aceptado estos estudios realizados sobre el hombre (los supervivientes japoneses y los enfermos afectados de espondilitis) como si se tratase de palabras del evangelio y no han intentado examinar los sesgos serios que estos estudios comportan y que conducen a subestimar groseramente el riesgo de radiación”[14].
En una conferencia dada en Londres 5 años después (nov. 86) sobre los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes criticó directamente a la CIPR, de cuya mas importante comisión había sido director.
“A partir de 1960, hemos tomado conciencia de dos serios problemas que conciernen a la exposición a la radiación (exposición profesional en las minas de uranio y exposición de la población después de ensayos nucleares militares). Se esperaba que la CIPR (Comisión Internacional de Protección Radiológica) fuera la primera en intentar reducir estas exposiciones, pero brilla por su silencio. En 1958, la CIPR fija los límites de irradiación para los trabajadores bajo radiación y para la población. Diecinueve años más tarde, (en 1977), cuando se dio cuenta de que el riesgo de cáncer provocado por la radiación era de 10 a 30 veces más elevado de lo que se estimaba en 1958, pensamos que el CIPR recomendaría una reducción importante de los niveles de exposición admisibles, pero –y algunos de nosotros quedamos consternados- los aumentaron. Fue una gran decepción para nosotros cuando, en 1977, los niveles de concentración máxima permitida de radionucleidos en el aire, el agua y los alimentos fueron aumentados para un gran número de los radionucleidos más peligrosos.”[15]
Ten en cuenta que Karl Z Morgan no es cualquiera; fue el director de la sección de radiación interna del Consejo Nacional de Protección de la Radiación NCRP (un organismo de la Comisión de Energía Atómica AEC ligada estrechamente al Pentágono desde su creación en 1946). Recuerda que en esa época toda la investigación de la energía nuclear estaba dirigida a la fabricación de bombas atómicas y lo estaría hasta 1955.
Luego en 1950, dirigiría la misma sección en la Comisión Internacional de Protección Radiológica CIPR, un organismo creado para dar apariencia internacional al Consejo Nacional de Protección de la Radiación NCRP, pero que de hecho estaba dirigido por los mismos individuos; Morgan entre ellos. Fue presidente del Comité de la CIPR para las dosis de contaminación interna, que es el asunto clave en la contaminación radiactiva, su crítica de la CIPR hecha cuando ya se había jubilado pero seguía siendo miembro emérito, es por lo tanto muy importante.
Revela que hubo (y sigue habiendo) una intensa resistencia por parte del complejo militar industrial nuclear, de la Agencia Internacional de a Energía Atómica AIEA y de la Comisión Internacional de protección radiológica CIPR a bajar las dosis “admisibles”.
El riesgo de cáncer subestimado por la Comisión Internacional de protección radiológica CIPR se revelaría más tarde todavía más alto de lo que Morgan dijo en estos dos informes (de 10 a 50 veces), como los estudios del ECRR han demostrado. [16]
Te invito ahora a examinar las diferencias entre las dosis admisibles para los trabajadores y para la población general.
EL BAILE DE LAS DOSIS ADMISIBLES EN REMS/ AÑO. ICRP (Comisión Internacional de Protección radiológica) [17]
AÑO
TRABAJADORES NUCLEARES
PÚBLICO EN GENERAL
1958
05
0,5
1990
02
0,2
ACTUAL
01
0,1

Lo primero que salta a la vista examinando los datos es el hecho de que las dosis varían según los individuos:
Cuando los límites de exposición al año eran de 0,5 rems. para la población, para los trabajadores del ramo nuclear eran de 5 rems[18].
Así, los trabajadores de la industria nuclear podrían soportar ¡diez veces más dosis de radiaciones que el público en general!
Cabría preguntarse si estos trabajadores son distintos de la gente corriente o si son una nueva raza de superhombres capaces de resistir la radiactividad.
Otra estupidez.
Luego en 1990 ya solo podían soportar 2 mientras que para la gente corriente el límite era de 0, 2.
Y esta proporción sigue siendo aplicada hoy en día, los trabajadores de la industria nuclear pueden soportar 1 rem al año, mientras que la población solo podría soportar diez veces menos, 0' 1 rem/año. Aunque los Estados Unidos no han aceptado esta última recomendación...
Los trabajadores han sido sacrificados siempre exponiéndolos a dosis superiores de radiactividad legalmente permitidas.
Karl Morgan contó en su conferencia de 1986 sobre los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes, cómo la Comisión americana de Energía Atómica (CEA) se opuso a la reducción de las dosis para los trabajadores a pesar de las evidencias científicas de ello: “Durante el periodo 1960-65 fueron publicados muchos artículos que ponían de manifiesto el alto riesgo de cáncer de pulmón que sufren los mineros en las minas subterráneas de uranio en la región de la meseta del Colorado, USA. Ha habido muchas comparecencias del Congreso de EEUU durante las cuales muchos científicos testificaron… Algunos eran partidarios de reducir el nivel de las dosis máximas admisibles en la explotación de las minas, otros insistían para que este nivel no fuera reducido. No causó sorpresa ver oponerse a la Comisión americana de Energía Atómica (CEA) a toda reducción del nivel de dosis profesionales, pero me ha decepcionado que la Oficina de salud pública americana y el Consejo federal americano para la radiación (USFRC) se asocien con la USAEC para oponerse a toda reducción de las normas”[19].
Morgan se pregunta porqué la Comisión Internacional de protección radiológica CIPR, tardó 20 años en reconocerlo:
“Pero, ¿dónde estaba la CIPR todo este tiempo? Hasta 1977 no fue editada la publicación 24 de la CIPR “Protección contra las radiaciones en las minas de uranio y en otras minas”. Es seguro que no habría debido costarle 20 años a la CIPR decidir que había un problema muy grave de radioprotección...”
Este retraso implica que durante 20 años se estuvo deliberadamente asesinando impunemente a más trabajadores exponiéndolos a dosis demostradamente peligrosas.
Es evidente que no hay ningún motivo biológico por el cual los trabajadores sean capaces de resistir una radiactividad diez veces superior a la que pueden soportar las personas corrientes.
Y mucho menos para que en los accidentes como el de Fukushima estos límites se amplíen todavía más. No es nada excepcional; Es lo que siempre se ha hecho accidentes anteriores.
Y todavía es mucho menos justificable que se amplíen a los niños exponiéndolos al mismo riesgo que los trabajadores nucleares.
La versión en línea de la revista alemana "Der Spiegel" ha criticado a la dosis máxima de radiación para niños establecida por el gobierno japonés, señalando que el límite de exposición de los niños es tan alto como el nivel fijado para los trabajadores de una central nuclear alemana. [20]

Las diferencias de las dosis admisibles para la población más expuesta (trabajadores de la industria nuclear, población general), los bailes de las dosis admisibles para ambos, indican claramente su falta de fundamento científico.
Estos hechos confirman que las dosis admisibles no tienen ningún fundamento biomédico y que se trata simplemente de un límite establecido en función de criterios de rentabilidad económica para que el complejo militar industrial pueda seguir funcionando y contaminándonos de paso impunemente.
Pero los absurdos disparates que se derivan de estas normas no terminan aquí.


Este principio de que existen “dosis admisibles” se aplicó también a los elementos radiactivos tomados individualmente con resultados todavía mas surrealistas.
También fue criticado Morgan:
“Puede que haya muchas debilidades en la CIPR, pero yo sólo discutiría una, la publicación 26 de la CIPR y la manera en la que ha resultado un acrecentamiento de los valores de la concentración máxima admisible para numerosos radionucleidos entre los más comunes y los más peligrosos, tales como el estroncio 89 y 90, el yodo 131, los plutonios 238, 239 y 240. Los valores recomendados ahora por la CIPR son más elevados que los propuestos en 1959 en la publicación 2 de la CIPR cuando era presidente del Comité de la CIPR para las dosis de contaminación interna. Este acrecentamiento podría justificarse si el riesgo de cáncer debido a las radiaciones fuera menor de lo que pensamos hace casi 30 años, pero es justo lo contrario. Se sabe que en 1986, el riesgo cancerígeno de la radiación, es superior al menos de un orden de magnitud (10 veces más grande) de lo que creíamos en 1959.”
Como ya mencioné antes hoy sabemos que el riesgo todavía es mucho mayor, pero lo importante es que ya entonces una autoridad oficial mundialmente reconocida como Morgan afirmaba que la Comisión Internacional de protección radiológica CIPRno redujo las dosis admisibles, sino todo lo contrario, cuando ya había muchas evidencias de que estas carecían de fundamento médico.
Además, inventar una “dosis admisible” de elementos que no existen en la naturaleza y que son tóxicos transgeneracionales es claramente criminal. Por ejemplo, si tomamos el plutonio que, como se ha reconocido, ha escapado en Fukushima y se ha encontrado al menos en 5 localizaciones; la dosis admisible era [21] en 1944 de 300 nanocurios (nCi) pero 4 años después, en 1949 se redujo considerablemente a 040 nCi. De todos modos a pesar de las reducciones cualquier dosis “admisible” es absolutamente impresentable científicamente. En el caso del plutonio hay varios agravantes: Este elemento no existe en la naturaleza, es el elemento radiactivo más tóxico que existe con una duración de su radiactividad prácticamente infinita. Tarda en perder la mitad 24.000 años, en los siguientes solo pierde la mitad de la mitad y así continúa hasta siempre.
Es evidente que la dosis admisible de plutonio siempre debería haber sido igual a 0. No puede haber dosis admisible para este tipo de sustancias.

Por otra parte, la elaboración de este tipo de umbrales mínimos tiene varios problemas con graves consecuencias ecológicas y humanas.
Acepta como base que los elementos radiactivos artificiales se reparten uniformemente y de forma homogénea en la atmósfera y en el agua. Pero la meteorología, la hidrografía, la oceanografía y la biología quitan todo valor a este principio de homogeneidad que no se cumple en ningún caso. Tampoco considera, algunas incógnitas respecto a su distribución desigual sobre el planeta.
Este razonamiento simplista tampoco considera la facultad que poseen los seres vivos de concentrar los radionucleidos como demuestra el hecho ampliamente constatado de la concentración de la radiactividad en las cadenas biológicas.
Acepta como base que los elementos radiactivos artificiales se reparten uniformemente y de forma homogénea también en el cuerpo humano lo cual también es demostradamente falso.

Las últimas investigaciones científicas muestran varios hechos que amplifican todavía más los efectos nocivos de las bajas dosis de radiación “legalmente admisibles”:
Que las bajas dosis de radiación no solo producen cáncer sino que aumentan el riesgo de padecer todo tipo de enfermedades.
Que el uranio y el plutonio tienen una particular afinidad por el ADN.
Que ni siquiera es preciso que las partículas alfa emitidas por los elementos radiactivos que se han incorporado al organismo impacten las células, sino que incluso en las que no han sido directamente impactadas se produce una inestabilidad de su genoma (lo que se denomina efecto espectador, bystander effect).
Que el reconocimiento de las mutaciones minisatélite ha puesto en evidencia que el daño genético es mucho mayor del esperado.
Ninguna de estas consideraciones se tiene en cuenta en el modelo caduco de la Comisión Internacional de protección radiológica CIPR (Ver al respecto el libro del ECRR.). Este modelo debe ser abandonado cuanto antes como guía de protección radiobiológica como un número creciente de científicos están demandando, ver al respecto la declaración de Lesbos en el próximo boletín.
Hoy la teoría de las dosis admisibles se ha convertido demostradamente en el mayor fraude médico de la historia. Ya se admite, no solo por investigadores independientes sino incluso por los documentos oficiales como el BEIR o los de la CIPR, que no hay dosis inocua de radiactividad. Cualquier incremento comporta un aumento del riesgo de padecer no sólo los cánceres mal llamados radioinducidos, sino todos los cánceres y todas las enfermedades, además de un riesgo genético deliberadamente subestimado. Ver numerosos boletines anteriores sobre el tema y el libro del ECRR.[22]
Los responsables de haber aumentado las dosis que pueden recibir los niños japoneses son criminales. Las normas propuestas por las autoridades japonesas que se suponen velan por la salud de la población son ahora doblemente inaceptables. Aumentan el riesgo de las dosis previas de exposición consideradas como “admisibles” que a su vez carecían de fundamento científico. Es inevitable que todos los responsables implicados en el fraude de las “dosis admisibles” sean juzgados por este crimen tarde o temprano. Y lo mejor para todos es que sea cuanto antes.

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