El grupo ha presentado en la revista Science pruebas científicas de la existencia de daños permanentes para el medio ambiente y riesgos para la salud de la población. Las zonas más afectadas están en los Estados de Kentucky, Virginia Occidental y suroeste de Virginia.
Imagen panorámica que muestra los efectos de la minería en las montañas de West Virginia. Foto: Dennis Dimick.
A partir de un análisis de los últimos hallazgos científicos y de datos nuevos, un grupo de reconocidos científicos especializados en el estudio del medio ambiente, ha hecho público en el número que publica hoy la revista Science un llamamiento a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y al Cuerpo de Ingenieros del Ejército (U. S. Army Corps of Engineers) de EE UU para que se haga una moratoria que bloquee la concesión de permisos para explotaciones mineras en cumbres montañosas, pues implican su “desmoronamiento”.
Los expertos documentan de forma inequívoca la existencia de impactos ambientales irreversibles debidos a este tipo de explotación minera, que además expone a la población de esas zonas a un riesgo para la salud.
Los autores, hidrólogos, ecólogos e ingenieros, son científicos de prestigio internacional, entre los que figuran varios miembros de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos (National Academy of Sciences). Sostienen que EE UU debería adoptar un papel de liderazgo global al respecto, ya que se prevé que durante la próxima década se incremente en gran medida el número de explotaciones mineras a cielo abierto en muchos países en vías de desarrollo.
"Las pruebas científicas son contundentes e irrefutables", anuncia la coordinadora del llamamiento, Margaret Palmer, investigadora en el Center for Environmental Science y en el Collage Park de la Universidad de Maryland (EE UU). "Sus efectos son omnipresentes y muy duraderos, además no hay prueba alguna de que las prácticas destinadas a paliarlos puedan tener éxito a la hora de revertir los daños causados", incide la experta.
La extracción minera con explosivos, un atropello medioambiental
En las explotaciones mineras situadas en áreas cercanas a cumbres montañosas se talan los bosques de altura y se elimina la cubierta fértil del suelo, además de emplear explosivos para hacer añicos las rocas, con el fin de alcanzar el carbón situado bajo ellas. Gran parte de esas rocas se transportan a los valles adyacentes, donde sepultan y borran los cursos de agua.
La modalidad de explotación minera de montaña basada en el desmoronamiento de las cumbres y la utilización de los detritus así obtenidos para rellenar valles (MTM/VF por sus siglas en inglés) está extendida por el este de Kentucky, Virginia Occidental y al suroeste de Virginia.
En el informe científico, los autores señalan la grave degradación ambiental que está ocurriendo en los emplazamientos de las explotaciones y en las tierras situadas aguas abajo. “Este tipo de prácticas destruye grandes extensiones de bosques de hoja caduca y sepulta corrientes de agua de pequeño tamaño, elementos que desempeñan papeles esenciales en la salud de todo el sistema de cabeceras de cuencas. Los agentes contaminantes, arrastrados por el agua, entran en las corrientes situadas bajo los rellenos y pueden viajar distancias enormes hasta llegar a grandes masas de agua”, explican.
Emily Bernhardt, coautora del llamamiento y científica en la Universidad de Duke (EE UU), lo explica así: "Los agentes químicos procedentes de los rellenos de la minería que se vierten a las corrientes contienen una gran diversidad de iones y restos de metales que son tóxicos o dañinos para muchos organismos, lo que aclara por qué se reduce la biodiversidad por debajo de los rellenos hechos en los valles".
Contaminación y cáncer
Los autores proporcionan pruebas de que las actividades emprendidas por la industria extractiva para paliar los daños y recuperar las áreas afectadas no han impedido que los agentes contaminantes viajen aguas abajo.
También describen los efectos sobre la salud de las poblaciones humanas locales relacionados con la extracción de carbón a cielo abierto en la región de los Apalaches, entre los que figuran elevadas tasas de mortalidad y el número de cánceres de pulmón y enfermedades crónicas cardiovasculares, pulmonares y renales entre las comunidades dedicadas a la minería del carbón.
"Durante los últimos 30 años, ha crecido en todo el mundo el número de explotaciones mineras a cielo abierto y a día de hoy es el principal motor que impulsa el cambio en el uso de la tierra en la región central de los Apalaches", expone Keith Eshleman, también del Center for Environmental Science de la Universidad de Maryland.
"Ahora sabemos que la minería a cielo abierto tiene consecuencias fuera de lo común tanto para los ecosistemas terrestres como para los acuáticos. A pesar de los recientes intentos por mejorar las prácticas de recuperación, la enormidad de la escala de la minería en las cumbres montañosas hace que no sea realista pensar que sea posible restaurar las áreas verdaderamente o mitigar los daños con las técnicas disponibles hoy", apunta el científico.
Los expertos sostienen que los legisladores no deberían seguir haciendo caso omiso a los estudios científicos hechos con rigor. “Se siguen concediendo permisos de explotación a pesar de la magnitud de las pruebas científicas, que demuestran que los impactos están por todas partes y son irreversibles, mientras las prácticas para mitigar los daños no pueden compensar las pérdidas. Si tomamos en consideración los efectos sobre el medio de las explotaciones MTM/VF, en combinación con las pruebas que constatan que las actividades extractivas podrían poner en entredicho la salud de los habitantes de las zonas cercanas a explotaciones extractivas a cielo abierto en la región central de los Apalaches, concluimos que no se deberían conceder permisos para explotaciones MTM/VF, salvo que los métodos nuevos sean objeto de una evaluación y revisión por parte de otros expertos que demuestre que pueden remediar los problemas originados por este tipo de prácticas”, afirman en el artículo.
“Hoy más que nunca, es necesario tener una perspectiva propia del siglo XXI para satisfacer las necesidades energéticas de la nación”, explica Palmer. “No podemos seguir poniendo en riesgo la salud de las personas y del medio ambiente en nuestra búsqueda interminable en pos de una energía barata.
Tenemos que ir más allá de rellenar valles con los escombros procedentes de desmoronar las cumbres de las montañas y superar prácticas como almacenar las cenizas volátiles en balsas de contención, para encaminarnos hacia procesos de producción de energía cuyos pilares se asienten sobre cimientos científicos rigurosos, sobre la seguridad para el medio ambiente y que sean razonables económicamente”, concluye el equipo.
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